19 de junio de 2018

La France en péril (III)

Como si no fuera suficiente con estar a riesgo de perder los croissant y tener que luchar por el reconocimiento de la baguette, se abrió un nuevo frente en la defensa de la gastronomía tradicional francesa: ¿pan au chocolat ou chocolatine?.


La napolitana de chocolate es... ¿un asunto de Estado en la Francia de Macron?

10 irreductibles galos se enfrentan al gobierno de París con una extraña enmienda donde se mezclan el nacionalismo y la repostería.


30 de mayo de 2018 / 11:11
De izquierda a derecha: Cafeolé, Cruasán, Rococó y Parabrís.Top Secret (1984) / Paramount / ZAZ

Hoy, diez diputados de la Asamblea Nacional francesa hacen un último esfuerzo de enfrentarse al centralismo francés por un asunto importantísimo: la napolitana de chocolate. En concreto, un puñado de irreductibles galos de la Gascuña y otros compañeros (nueve hombres y una mujer en total), pertenecientes todos al partido de Macron, quieren que el resto de Francia debata de una vez por todas la diferencia entre el pan au chocolat, que es como se llama a este dulce en casi todo el mundo, y la chocolatine, que es como se lo conoce en la Gascuña. Los diputados defienden que esta patisserie, la chocolatine, es la auténtica. Y que el resto es... Bueno: "pan con chocolate".

"¿Sabes cómo llaman en el sur de Francia a la napolitana de chocolate? La Chocolatine" Cordonpres

La conmoción ha sido tal que el ministro de Agricultura, Stéphane Travert, ha tenido que intervenir pidiendo cordura, señalando que la Enmienda 2604 presentada el 17 de mayo lo mismo no está al nivel de lo que se espera de la Asamblea Nacional. Pero todo el suroeste francés opina distinto: para ellos la chocolatine tiene la categoría suficiente para denominar a un dulce -de origen austríaco- que medio planeta consume bajo el nombre equivocado:

"modificar [el código donde se recogen los alimentos franceses] valorando el uso del nombre (...) implica un origen, una manufactura local, un control de calidad, un saber tradicional y una notoriedad bien establecida".

Por un lado podemos tomarlo como otra tensión interna francesa más, jacobinos y girondinos del dulce pintado con chocolate. Por otro, es una extensión del nacionalismo muy particular de Macron. A nosotros no nos cabe en la cabeza, porque a la napolitana la llamamos así pese a que tiene un total de 0 (cero) elementos de origen italiano. Pero en Francia el dulce y la harina son cosas muy, pero que muy serias.

Macron, por ejemplo, anunció a mediados de enero que pediría a la UNESCO que la baguette se considerase Patrimonio de la Humanidad, respondiendo a una petición de la Confederación de Panaderos y Pasteleros Franceses. "La baguette es la envidia del mundo", dijo el presidente entonces.
Macron, muy feliz en 2016 al visitar un horno panadero. Cordonpress
 Y todo esto además sucede en un momento de agitación en Francia, que lleva años intentando que el croissant sea una cosa exclusivamente suya y no esa aberración de la bollería industrial que aquí llamamos cruasán. Con un factor determinante: al menos un 25% de mantequilla, ¡y nada de meterle cosas dentro, sacre bleu! Una dependencia de la mantequilla que ha llevado a varias iniciativas dentro de Francia para modificar la política láctea europea, que pone en peligro la tradición (sólo el año pasado, la tonelada de mantequilla en Francia cuasi triplicó su precio, de 2.500 a más de 7.000 euros, en medio de una escasez que hacía temblar de pánico a las boulangeries).
Lo curioso es que el croissant y la chocolatine/pan au chocolat comparten el mismo origen: son reposterías vienesas desde mucho antes de llegar a Francia. Cuyo origen hay que rastrearlo a un héroe transnacional de la República: August Zang, un ex oficial de artillería austríaco que decidió dejar de alimentar las ánimas de los cañones y en su lugar montar un obrador en Francia con varios productos estrella: uno de ellos era el Schokoladen (que podríamos traducir como chocolatine) y el otro el Kipfel, que terminó adoptando el nombre de croissant.


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