20 de diciembre de 2016

A la italiana


Era junio en Buenos Aires, se acercaba el invierno y en Cinemark de Palermo se celebraba la Semana del Cine Italiano
La panzada fue doble, vimos tres películas en dos días y, para hacer nuestra propia semana italiana en la ciudad, buscamos dos restaurantes a tono.

El sábado fue Viaggio sola (Maria Sole Tognazzi, 2013)
una historia interesante sobre la soledad en la edad adulta y las elecciones personales. Es también una reflexión sobre el trabajo propio y el ajeno, y los beneficios y las desventajas que tiene cada uno.
Para pensar.


Esa noche nos fuimos a Pierino, una cantina de Almagro, ya centenaria y atendida por la familia. 

Es un lugar encantador, decorado exactamente como se espera de un viejo bodegón, con atención amable, comida muy rica y precios algo salados.

De todas maneras, el saldo fue positivo. Recomiendo hacer la experiencia, ya quedan pocos de esos lugares.

El domingo fue más pesado.  empezamos con Bagnoli jungle (Antonio Capuano, 2015). Un cuadro desolador de la vida en la Nápoles de hoy. Desindustrialización, abandono, personajes marginales, pobreza...
Un bajón.

Más tarde fue Le confessioni (Roberto Andó, 2016), estrenada recién este mes en el circuito comercial argentino. 

Una película que, a mi modo de ver, es imperdible porque plantea la imposibilidad que tienen los poderosos para manejarse con la realidad de las personas comunes. 
Dos mundos opuestos, que apenas se tocan y no se reconocen, durante un fin de semana en un lujoso hotel donde el G8 se reúne con algunos invitados especiales pour la galerie.

Era domingo,hacía frío y habíamos visto dos películas poco estimulantes así que ameritaba celebrar para levantar el ánimo, por eso nos fuimos a Siamo nel forno, en Palermo, única pizzería de la Argentina que hace la vera pizza napoletana certificada .

Por esas cosas de la vida, en Buenos Aires, la auténtica pizza al estilo de Nápoles se come en Palermo. No sé qué opinará un italiano al respecto. Es algo así como lo de las milanesas a la napolitana que figuran en la carta de tantos restaurantes porteños.


Mi acompañante estuvo en Italia y comió pizza en Napoli, en el mismo lugar donde Giggino entretiene al público en Bagnoli Jungle, y dice que es exactamente así.
Se pide una pizza por persona porque es muy finita, tiene poco queso y no hay muchas variedades. 
Yo opté por la Margherita, con tomate, mozzarella y albahaca, un homenaje a la reina de Saboya a fines del siglo XIX que con sus ingredientes recrea los colores de la bandera italiana.
El local estaba lleno, turistas extranjeros incluídos,  y la pizza es rica, pero tiene una textura y un sabor completamente diferentes a los que nos tienen acostumbrados las pizzerías porteñas. Hay que ir preparado.






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