"Jean Luc, mi mentor, el tipo que me dio la oportunidad de ser un chef, me dijo que fue Dios quien creó las ostras y las manzanas, y que no se pueden mejorar recetas como esas. Pero que nuestro trabajo es intentarlo".
Así empieza
Una buena receta (Burnt, John Wells, 2015) una película donde Bradley Cooper interpreta a una gran promesa venida a menos y tratando de volver al ruedo.
Después de un autoexilio que lo llevó de Paris a Louisianna y tras limpiar un millón de ostras, decide que ya es tiempo de instalarse en Londres e intentarlo nuevamente.
Tal como se espera del estereotipo que se ha creado para la figura del chef, el tipo es encantador, poco confiable, egoísta y desconsiderado pero absolutamente brillante.