El patrón tiene miedo que se machencon vino los mineros.El sabe que les entra como un chorrode gritos en el cuerpo.
Que enroscado en las cuevas de la sangreles hallará el silencio,el oscuro silencio de la piedraque come sombra socavón adentro.
Que volverá, morado,con bagualas del fondo de los huesossu voz, golpeando dura como un puñoen el tambor del pecho.
Con pupilas abiertas como tajosle pedirán aumento,mientras quiebren, girando entre las manos,el ala del sombrero,
y los ojos, de polvo y pena tristes,les caigan como manchas sobre el suelo.
Hay que esconder el vino entre cerrojos,Hay que esconder el vino como un crimen,
el vino pedigüeño.Que ni una gota más caiga en la bocadesierta del minero,
donde el grito se tapa con la coca,y con alcohol la sed de amor y besos.Hay que esconder la primavera en sangredel vino que descubre los secretos.
El patrón ha mandado que lo guardeny se ha vuelto vinagre en el encierro,de noche tiene vómitos y duendesde luna que se bañan en su cuerpo.
Los ojos del patrón lo custodiabanpor arriba del sueño,los ojos del patrón tienen dos ángelesdesvelados de miedo.
Jaime Dávalos
(Salta, 1921- Buenos Aires, 1981)
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