14 de septiembre de 2016

De la comida como celebración


Mientras dura la ceremonia
nosotros somos, como ella,
un poquito sagrados



Abro la botella de vino. En Buenos Aires, la botella negra y panzona del borgoña San Felipe. Aquí el Sangre de Toro de la bodega Torres.

Sirvo el vino y lo dejamos reposar un poco en los vasos. Lo respiramos y le celebramos el color, luminoso al fueguito de la vela.

Las piernas se buscan y se anudan bajo la mesa.

Se besan los vasos. El vino está contento de la alegría nuestra. El buen vino, que desprecia al borracho y se pone agrio en la boca de quien no lo merece.

En la cazuela bulle la salsa, con burbujeos de marmita, lentas mareas de la salsa espesa, rojiza, humeante: comemos lentamente, saboreándonos, charlando sin apuro.

Comer sólo es una obligación del cuerpo. Contigo, es una misa y una risa.



Eduardo Galeano
Días y noches de amor y de guerra
(Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2015)

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