en Santa
Cruz de la Sierra, en Bolivia.
Dormía en
su cuna de lona
entre el
chillido verde tierno y hediondo de los monos,
entre ramos
de acelgas arrugados,
entre los
mágicos y desnudos cuerpos humanos de las zanahorias
junto al
plan hebroso y blanco de las mandiocas.
Ahora lo
recuerdo
su sueño me
quema todavía
con la
leche apurada que le daba su madre,
con el pico
crepuscular de los tucanes
que lo
hubieran tragado como a un tamarindo.
El niño era
una semilla preñándose en la lluvia
sin saber
si iba a ser una flor o una lechuga.
El gozante
Manuel J.
Castilla
(1918-Salta-1980)
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