un silencio
con el abecedario
de todos
los corazones,
dejados
ahí, por descuido
de aquellos
a quienes les frustraron el alba.
Tus mesas
me incorporaron tantos nombres.
Ella y su
piano
con toda la
miseria rodándole los ojos.
el negro
Raúl
que en tus
pasillos esperaba el retorno,
cuando en
tus madrugadas, tosía su geografía del asco
-propiedad
privada de los señoritos-.
en tus
mesas he visto a las mujeres
encenderse
con la primavera hasta socavar las miradas,
he visto el
amor y la amistad
como la
noche morirse de repente.
ciudad: sos
el mínimo y el primer poema
establecido
sólo y simplemente en mi corazón.
Alfredo
Carlino
(Buenos Aires, 1932)
Ciudad del
tango (1966)
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