En todas las panaderías y confitería de la Argentina se venden
facturas. Son bocados de masa dulce de levadura, con distintas formas y cubiertas.
Pueden ser simples, como las medialunas (
croissants), con cubierta (como los
pandeleche coronados por crema pastelera) o rellenas (como los
miguelitos con corazón de dulce de leche).
En su conjunto son, sin duda, uno de los productos de pastelería más tradicionales para acompañar desayunos y meriendas, tanto en casa como en el bar.
Las conocemos y comemos desde niños y por quizás nunca nos planteamos el por qué de algunos de sus nombres.
A modo de explicación, aquí va una nota de
Eduardo Bravo, publicada el pasado diciembre en la revista española
Yoroboku.
Comprar pasteles en Argentina puede ser un acto anarquista
En las confiterías argentinas no es lo mismo pedir una berlinesa que un suspiro de monja. En ambos casos el cliente recibirá un pastelito de masa con crema. Sin embargo, optar por uno u otro nombre puede mostrar una actitud que se remonta a los orígenes del movimiento anarquista en el país.
En 1885, el pensador y militante anarquista Errico Malatesta decidió establecerse en Argentina. El país sudamericano parecía un buen lugar para escapar de las autoridades europeas.