25 de junio de 2017

Los sabores del palacio

Les saveurs du palais (Christian Vincent, 2012) o también La cocinera del presidente, es una encantadora película inspirada en hechos reales: el presidente Miterrand anhela los sabores simples de su infancia y elige como encargada de su cocina privada a una prestigiosa granjera y cocinera de Perigord.
Comienza en el extraño y lejano espacio de las islas Crozet, un enclave antártico francés en el Índico con la muy reservada cocinera de la base, única mujer de la dotación, preparando su fiesta de despedida.

Encontré un comentario que refleja muy bien el espíritu de la película en el blog Hollyfood del sitio A fuego lento, así que esta vez me valgo de palabras ajenas.

Para redondear la información también va una entrevista que le hizo el diario El País a Daniele Mazet-Delpeuch, la protagonista en la vida real.





La cocinera del presidente: una película francesa, romántica... y aromática

Hollyfood  A fuego lento 20-03-2013

La película La cocinera del presidente (Les saveurs du palais), que se estrena el 22 de marzo, refleja la emoción culinaria inspirada en la extraordinaria historia de Danièle Delpeuch, la cocinera privada del presidente francés François Miterrand. Esta película de Vincent cuenta como Hortense Laborie (nombre ficticio que se le da a Danièle) una renombrada cocinera del Périgord, no acaba de creerse que el presidente de la República, la haya nombrado su chef particular en el Palacio del Elíseo. A pesar de los celos y envidias de algunos miembros del personal, Hortense no tarda en hacerse respetar gracias a su genio y personalidad. La autenticidad de sus platos seduce al presidente, pero los pasillos del poder están trufados de trampas… El desenlace, a partir del 22 de marzo de 2013 en las salas de cine de toda España

Etienne Comar, guionista y productor de La Cocinera del Presidente (Francia, 2012), “quería lanzarse a hacer una película que tratara de la emoción culinaria” y un artículo sobre la cocinera del presidente Miterrand, Danièle Delpeuch le cautivó, al igual como después lo harían sus sencillas recetas, su historia y su personalidad. Sin duda tenía todos los ingredientes que buscaba para grabar
 La actriz Catherine Front (Los últimos días del mundo, La marca del ángel) era perfecta para interpretar el personaje de Danièle, por su grado de exigencia con el trabajo. Sólo faltaba el director, y el elegido, gracias a su pasión por la cocina y el mundo del vino, fue Christian Vincent (La discreta, Les enfants). El guión se centraría en el poder de la cocina - la cocina del poder

Director, protagonistas, y escenarios únicos, ya que por primera vez pudo rodarse en el Palacio del Elíseo… pero sin duda, la verdadera estrella es la gastronomía, junto al amor y el respeto por el arte de la culinaria de La Cocinera del Presidente. Tal es el papel de la gastronomía, que el equipo contó con el asesoramiento de Gérard Besson, con varias estrellas Michelin, Guy Legay, antiguo chef del Ritz París, también estrellado y Elisabeth Scotto, estilista culinaria de la revista Elle. Además del de la propia Delpeuch, que desveló sus pequeños secretos en los fogones. ¿El resultado? Una deliciosa oda a la cocina compuesta de tentadoras recetas…

Porque desde el primer momento, las manos de Hortense conquistan tanto al Presidente como al grupo de trabajadores de la Antártida. No desvelaremos el final, pero si sus suculentas creaciones, algunas de ellas del libro Carnets de cuisine, du Périgord à l’Élysee, de Danièle Delpeuch, que abren el apetito segundo tras segundo.

Con los mejores productos de temporada, de las tierras francesas como exponente, salen a escena trufas (que ella misma ‘cultiva’), setas, nabos, calabazas, pato, pollos camperos, foie… Para dar forma a platos como la Col rellena de salmón con panceta, Tosta de trufa o el Cremoso Rochefort. Recetas tradicionales, muchas de su abuela, en las que se deja ver algo de innovación, acompañadas de reconocidos vinos del país galo. El sabor dulce y el punto final, lo pone la tarta Saint-Honoré, la favorita de la cocinera…
La película llega a las salas el viernes 22 de marzo de 2013 de la mano de la distribuidora de cine Golem. La Cocinera del Presidente participó en la última edición del festival de cine de San Sebastián en la sección Culinary Zinema 

 Las sopas de Mitterrand


Una antigua cocinera del expresidente francés inspira una película y revela algunas de sus debilidades
Daniele Mazet-Delpeuch le hizo la comida al mandatario durante dos años, de 1988 a 1990, en los que mantuvo largas conversaciones con él: "Había perdido ya la ilusión en la naturaleza humana”

Patricia Ortega Dolz El País 25-03-2013

La cocinera de François Mitterrand, Daniele Delpeuch,
en un restaurante de Madrid.
SAMUEL SÁNCHEZ

Hay formas de viajar en el tiempo, de regresar a la niñez, a la pubertad o a la juventud… Hay

transportes más rápidos y más lentos. Entre estos últimos están la memoria, el sentido de la vista, el del oído… Pero hay viajes fulminantes al pasado, inesperados, que se hacen casi sin querer, con el olfato y el gusto. Lo sabía bien el expresidente de Francia François Mitterrand (Jarnac, Charente, 1916 - París, 8 de enero de 1996). Quizá por eso era un gastrónomo empedernido. Quizá por eso, pocos años antes de morir, —antes de elegir el día exacto de su deceso y después de diez años ocultando su cáncer de páncreas—, hizo dos cosas. La primera fue dirigir pormenorizadamente la preparación de una última cena. Y la segunda, contratar a una cocinera que le hiciera las comidas de su abuela en el Elíseo. Cuentan las leyendas, que para aquel homenaje culinario de despedida en la Navidad de 1995 cerca de Burdeos eligió un menú que incluía ostras de Marennes, foie gras, capón y un plato prohibido, coup d’effet’, unas cazuelitas con escribanos hortelanos, unos preciados pajarillos de colores. Para cocinarle diariamente en el palacio del número 55 de la calle Faubourg Saint-Honoré de París eligió —dejándose recomendar por el chef Joel Robuchon— a Daniele Mazet-Delpeuch, una mujer del campo, del suroeste de Francia, con una debilidad muy propia de su región, Perigord: las trufas.
"El presidente era feliz pero estaba cansado, no tenía nada más que esperar y quiso darse un respiro" 
Las trufas de Périgord son conocidas como diamantes negros, son tan caprichosas como el clima y suelen dejarse oler a finales del otoño y principios del invierno. Desde que los egipcios las incorporasen a su cocina, se han difundido toda clase de cuentos que perfuman, más si cabe, a estos hongos amorfos y negruzcos que se encuentran esturreados por los bosques de robles o castaños y que llevan el sabor de sus tierras en las entrañas. Que si son afrodisiacos, que si están endemoniados… Al expresidente francés le gustaban tanto como para dejar el despacho, bajar las escaleras hasta los sótanos de palacio y meterse en la cocina para aspirar profundamente su olor mientras las desenvolvían del trapo. Tanto como para sentarse allí en un taburete con su cocinera y comerse una tostada con aceite y trufa laminada… Mmm… Uno segundos de silencio y, a continuación, un viaje privado, de esos que se hacen con los ojos cerrados mientras se mastica. Y, de regreso, una frase: “La adversité me donne la force” (“La adversidad me da la fuerza”).
Así ocurrió. La escena está contada en Carnets de cuisine du Périgord à l'Elysée, escrito por Delpeuch en 1994, dos años después de dejar el Eliseo. “Lo escribí para dejar constancia de esa experiencia, porque sabía que se me olvidarían muchas cosas de esos días”, dice esta mujer de 71 años que, desde los fogones del Eliseo, ha popularizado “la cocina burguesa francesa” por todo el mundo. Porque ese libro, que asegura que escribió para sus nietos, ha servido de guión en el rodaje de La cocinera del presidente (Les saveurs du palais), la película del director galo Christian Vincent que se estrenó la semana pasada en los cines españoles con Catherine Frot y Jean d'Ormesson como protagonistas, en los papeles de Delpeuch y Mitterrand, respectivamente. 
"Yo tenía el poder en la cocina y él en su sitio. Había confianza y distancia. Era un hombre que respetaba mucho al personal y el trabajo "
“El 98% de lo que se ve en la cinta es cierto”, asegura Delpeuch, que ahora recorre el mundo como embajadora de este filme que cuenta los dos años, de 1988 a 1990, que pasó junto al hombre que más tiempo fue presidente de la república francesa, de 1981 a 1996.
“Cuando yo llegué, acababan de elegirle por segunda vez, ya no tenía nada que esperar de ese cargo, simplemente no había nadie para tomarle el relevo y por eso le reeligieron”, cuenta Delpeuch, en lo que dura un café en la cafetería de un hotel de Madrid. “Él había crecido en una familia donde cocinaba la abuela junto a otra cocinera y, llegado este punto de su trayectoria vital y profesional, y teniendo en cuenta que tenía otros siete años por delante, quiso darse un respiro”, prosigue la cocinera —que sigue impartiendo cursos de cómo hacer foie gras en su granja de Périgord—. “El presidente era feliz pero estaba un poco cansado, había perdido ya un poco la ilusión en la naturaleza humana”, agrega. Puede que buscara sosiego en los sabores de aquellos días porque la única directriz que le dio fue: “Hágame la cocina de mi abuela”.
Las conversaciones de horas que Delpeuch mantuvo con Mitterrand, y que dieron lugar a toda clase de intrigas y de envidias en el Eliseo, comenzaron cuando ella le pidió audiencia para que destensara las relaciones entre su pequeña cocina y la central del palacio, que se encargaba de la comida del personal. 
"Un director de gabinete es solo un director de gabinete y un presidente es solo un presidente" 
“Mi intención era trasladarle los problemas para que tomara decisiones. Pero siempre empezábamos y acabábamos hablando de recetas, de la preparación de los espárragos o de libros de cocina. Era tan exigente como se ha dicho”, cuenta, quien por aquel entonces ya había trabajado seis años en Estados Unidos “para devolverle un dineral al fisco”, y había sacado adelante a sus cuatro hijos, comprado su granja y cedido un terreno a su marido. “Al día siguiente de esos encuentros nadie me ponía ningún problema para nada porque se corría la voz de que había pasado varias horas charlando con el presidente”, recuerda.
Según relata esta cocinera, era habitual que Mitterrand se dejara caer por su cocina. “Simplemente porque le resultaba más sencillo que llamar al servicio”. Y con tono desmitificador añade: “No había nada de sentimental en ese comportamiento. Yo tenía el poder en la cocina y él en su sitio. Había confianza y distancia. Era un hombre que respetaba mucho al personal y el trabajo [fue en esos años en los que Mitterrand instauró el salario social] , lo que en mi caso implicaba curiosidad, generosidad y humanidad hacia la gastronomía”.
Delpeuch se fue cuando consideró que “la aventura había acabado”, conoció a mucha gente importante en el Eliseo y sacó una conclusión: “Un director de gabinete es solo un director de gabinete y un presidente es solo un presidente”. Eso sí: “Preparar una sopa diferente cada día es un arte”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario