A modo de recomendación, propone que se modifiquen los hábitos alimentarios de aquellos con mejor acceso a este alimento, reduciendo así su consumo, y que se establezcan políticas para favorecer su ingesta por parte de aquellas poblaciones que no lo hacen habitualmente.
Esto no sólo reduciría emisiones de gases "efecto invernadero" producto de la actividad ganadera sino que redundaría en una mejor distribución de los alimentos a escala mundial.
¿Quién le pone el cascabel al gato?
NOTICIAS - MEDIOAMBIENTE
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Los nuevos lineamientos alimentarios para beneficiar a las personas y al planeta
Por SOMINI SENGUPTA 23 de enero de 2019
Por SOMINI SENGUPTA 23 de enero de 2019
Un informe en la revista médica The Lancet sugiere mucha menos carne roja para la gente que come mucha, como los estadounidenses y los canadienses, pero no indica lo mismo para la gente en pobreza. Andia/Universal Images Group vía Getty Images |
Esa
es una de las conclusiones principales de un informe exhaustivo que
se propone analizar cómo alimentar al mundo de una manera que
resulte positiva para la salud humana y para la salud del planeta. Su
recomendación más controversial gira alrededor de la carne de res y
de cordero, las dos especies de ganado que requieren grandes
cantidades de tierra y agua y producen grandes cantidades de metano.
El
informe sugiere una reducción drástica en el consumo de carne roja
para la gente que come mucha, como los estadounidenses y los
canadienses, pero no para la gente en pobreza del mundo, quienes
necesitan más proteína animal para tener una mejor salud, como los
niños del sur de Asia.
El informe,
escrito por 37 científicos de dieciséis países y publicado el 16
de enero en la revista médica The Lancet, en conjunto con un grupo
de defensa llamado EAT Forum, fue financiado por la Wellcome Trust y
la Stordalen Foundation. Además de las recomendaciones sobre la
carne, hace un llamado a favor de frenar el desperdicio de alimentos,
una gran fuente de emisiones de gases de efecto invernadero, así
como de reformar el sector agrícola para que no empeore la
deforestación y la explotación de agua donde casi no la hay.
“No
es un enfoque general, pero cuando se observan los datos, hay ciertos
individuos o poblaciones que no necesitan tanta carne roja para
mantener una buena salud”, dijo Jessica Fanzo, profesora de
Políticas Alimentarias en la Universidad Johns Hopkins y coautora
del informe. “Hay una verdadera desigualdad. Algunas personas
obtienen demasiados alimentos; otras, muy pocos”.
La
gente de Norteamérica come más de seis veces la cantidad
recomendada de carne roja, indicó el informe, mientras que en países
del sur de Asia se come la mitad de la cantidad recomendada.
La
agricultura conforma aproximadamente un cuarto de todas las emisiones
de gases de efecto invernadero, la mayoría producidos por la crianza
de ganado y corderos. Puesto que se proyecta que la población
mundial aumente un 10 por ciento para 2050 y la prosperidad permita
que muchas más personas puedan comprar carne y lácteos, los
científicos y los creadores de políticas están poniendo más
atención a la cuestión de alimentar al planeta sin destruirlo.
Un estudio
reciente por
parte del Instituto de Recursos Mundiales recomienda que los europeos
y los estadounidenses reduzcan su consumo de carne. Sin embargo, como
el informe de The Lancet, este también sugirió que reducir la
huella de carbono de los alimentos, asimismo, requeriría de cambios
veloces en los métodos agrícolas para permitir que los campesinos y
los ganaderos cultiven muchos más alimentos en tierras agrícolas
existentes, y a la vez reducir las emisiones.
El
informe de The Lancet señaló un problema más amplio de disparidad:
más de ochocientos millones de personas no tienen suficientes
alimentos en todo el mundo, señaló el informe, y muchas más
“tienen dietas de baja calidad que provocan deficiencias de
micronutrientes y contribuyen a un aumento significativo en la
incidencia de obesidad provocada por la alimentación y enfermedades
no transmisibles relacionadas con la alimentación”.
El
informe se empeñó en decir que no trataba de decirle a la gente qué
comer ni cómo hacerlo. Expuso metas globales para lo que constituye
una dieta saludable, con base en la ingesta promedio de 2500 calorías
al día. Eso incluye 14 gramos de res o cordero al día. Ese es
aproximadamente el equivalente de una hamburguesa Cuarto de Libra de
McDonald’s cada ocho días.
El
informe señaló que el porcentaje más grande de calorías diarias,
el 35 por ciento, debe provenir de granos enteros, entre ellos el
arroz, el trigo y el maíz, así como tubérculos con almidón como
las papas y la yuca. La recomendación incluyó grasas insaturadas,
leche, queso y nueces, así como muchos vegetales verdes. En total,
los lineamientos hicieron un llamado a favor de duplicar el consumo
global de frutas, nueces, vegetales y legumbres, así como de reducir
a la mitad el consumo de carne roja.
La gente de Norteamérica come más de seis veces la cantidad recomendada de carne roja, indicó el informe, mientras que en países del sur de Asia se come la mitad de la cantidad recomendada.
La
recomendación sobre reducir la carne fue recibida con una reacción
negativa de inmediato. Incluso antes de la publicación del informe
de The Lancet, la Animal Agriculture Alliance, un grupo de la
industria, emitió una declaración en la que expone los beneficios
de la carne y los lácteos. Señaló que reducir la cantidad de
proteína animal podría “hacer que empeoren los casos de
desnutrición, aumentar el desperdicio de alimentos y distraer a la
gente de las prioridades más importantes para abordar las emisiones
de gases de efecto invernadero”. El grupo hizo eco de la
recomendación del informe de The Lancet de reducir el desperdicio de
alimentos.
De
igual manera, la National Cattlemen’s Beef Association, mediante
una declaración, dijo que la carne de res era “nutritiva y
sustentable”.
El
informe de The Lancet también dejó claro que las decisiones
individuales del consumidor no serían suficientes para evitar lo que
los autores llamaron “un daño catastrófico al planeta”: exhortó
a los gobiernos a fomentar las alternativas alimentarias saludables y
asegurar el acceso a los alimentos nutritivos. También sugirió que
las políticas agrícolas globales enfaticen no solo la producción
de más comida, sino también de más “alimentos vegetales
nutritivos”, aunque reconoció que, en algunos lugares, la cría de
ganado puede ser buena para el ecosistema.
Recomendó
políticas para frenar la deforestación y proteger de la pesca a por
lo menos el 10 por ciento de las zonas marinas. Para combatir el
desperdicio de alimentos, sugirió ayudar a los campesinos en los
países pobres y de ingresos medios a almacenar mejor sus cultivos y
hacer que los vendan cuando aún están frescos. En los países
ricos, animó a que haya mejores hábitos de compra y etiquetas de
caducidad mejoradas.
“La
evidencia dice que podemos lograrlo”, dijo Tim Lang, profesor de
Políticas Alimentarias en la City University de Londres y coautor
del informe. “Hay una gran diversidad en lo que puede comer la
gente. No es un enfoque normativo”.
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