6 de febrero de 2016

Café a la turca



Se cuenta que en Abisinia, antiguo nombre de Etiopía, allá por el siglo IX un pastorcito notó a sus cabras especialmente excitadas. Preocupado por esta conducta poco habitual se dedicó a observarlas y vio que comían con entusiasmo los frutos rojos de un arbusto.La ingesta y sus consecuencias se repitieron a lo largo de los días y entonces el joven Kaldi se decidió a probar los granos mágicos.

Y se sintió bien, pero que muy, muy bien. Fuerte, despierto y entusiasta, aunque un poco decepcionado por su sabor amargo.
Compartió su descubrimiento con los monjes de la zona, que empezaron a utilizarlo para ayudarse en sus vigilias de oración… 
Palabra más, palabra menos esa es la historia que siempre se cuenta sobre el origen del café. 


Entre Etiopía y Yemen había una ruta comercial que ayudó a distribuir el grano por todo el norte de África. En esa época se consumía mascado, en infusión de granos verdes o tostados e incluso de hojas. Cuando en el siglo XV los turcos ocuparon Yemen conocieron este nuevo alimento y lo adoptaron. Fue en esa época cuando comenzaron a instalarse las cafeterías.

Imagínense… una bebida extraña (qahwa: vino, en árabe), mucha gente reunida, horas de conversación animada, ideas y opiniones…

La prohibición no tardó en llegar. Fueron varias las ocasiones, tanto en La Meca como en Constantinopla, pero finalmente los kahve kaneh, los locales de consumo público, se impusieron como un nuevo espacio social secular.

Los personajes más importantes se reunían en estos locales lujosamente amueblados en los cuales beber era la excusa para pasar el tiempo conversando y discutiendo y también para jugar al ajedrez, disfrutar de algún espectáculo o incluso de algún encuentro amoroso. Se cree que a fines del siglo XVI ya había cerca de seiscientos de estos locales en Constantinopla.
También había locales más pequeños y modestos y diminutos puestos en los mercados, para aquellas personas de menos recursos tanto de tiempo como de dinero.
Las mujeres no podían participar de la vida social pública pero lo consumían en las casas, donde solía haber una habitación especial para esto. Posiblemente hayan sido ellas quienes refinaron su preparación, ensayaron agregados e iniciaron la lectura de los posos.


Es una costumbre muy arraigada y persistente aún hoy en la sociedad turca, por eso la UNESCO ha incluido el café a la turca entre los bienes del  patrimonio cultural inmaterial. Esta designación puede parecer ingenua, irrelevante, exagerada..., en fin son muchos los adjetivos con que algunas personas pueden calificarla. 
Pero en realidad, conservar la diversidad cultural y todas su manifestaciones, tanto las más impactantes, como las expresiones artísticas, y también las más pequeñas y cotidianas, como los hábitos alimentarios, es tan importante como cuidar la biodiversidad y la protección de las especies naturales. 
Así como el planeta es nuestra casa, así las costumbres y tradiciones del mundo enriquecen a la familia humana.

"El patrimonio cultural no se limita a monumentos y colecciones de objetos, sino que comprende también tradiciones o expresiones vivas heredadas de nuestros antepasados y transmitidas a nuestros descendientes, como tradiciones orales, artes del espectáculo, usos sociales, rituales, actos festivos, conocimientos y prácticas relativos a la naturaleza y el universo, y saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicional."


La preparación del café a la turca es un rito cotidiano con elementos propios y necesarios para su correcta elaboración.
e   El cezve es un cazo de cobre con mango, preferentemente de madera, que se usa para el agua. En el agua se echa el café, molido hasta lograr la consistencia de harina, y el azúcar. Se lleva sobre un braserito donde se calienta hasta hacer espumar, se retira brevemente y se repite dos veces más.
·      Se sirve en tacitas con asa como las que actualmente se usan en cualquier casa o restaurante, pero que son una modificación de los zarf, pequeños cuencos sin manijas, y en su momento fueron una novedad diseñada para el sultán.
·     El resultado debe ser un líquido espeso y espumoso que se echa en la taza y se deja reposar un momento antes de beber lentamente. No debe beberse todo, hay que dejar un poco de líquido que mantenga el poso fluido para permitir su volcado y posterior lectura por parte del anfitrión.

·       

·       



Ingresando en el sitio web de UNESCO  se puede encontrar la explicación de por qué esta costumbre amerita su inclusión en la lista del patrimonio cultural, así como hermosas fotos y un vídeo explicativo sobre todo el proceso.


1 comentario: