2 de febrero de 2016

Instrucciones para beber un capuchino



Resultado de imagen para la taza del diablo-Escuche, la manera en que se toma algo es tan importante como lo que se toma. Los americanos toman el capuchino como si fuera coca-cola. ¡No! –me dijo la condesa, golpeando desdeñosamente su cuchara en mi taza, dejando porciones de sucia crema batida introduciéndose en el mar gris de un exprés. Trozos de chocolate derretido rezumando en el borde la taza.
-Esta es la bebida de la familia real de los Habsburgo. ¡Y vean lo que ustedes han hecho!


Conocí a la condesa –que fue el apodo que le puse- en el Café Demel, un lugar que se preciaba de servir un capuchino exactamente igual al de principios del siglo XX: fuerte sin ser exprés, con láminas de chocolate en un recipiente y una fuente de plata con una montaña de schlagober (crema batida). La condesa estaba tan horrorizada por la manera en que me iba a tomar el café que se ofreció a darme una lección.
-Ustedes los americanos lo han estropeado todo con sus popotes- dijo.
La condesa se parecía a Viena. Vieja pero hermosa o al menos bien conservada. Ciertamente rica pero con un dejo cruel, especialmente en la boca y los labios laqueados y brillantes como un Porsche; y con perlas blancas, lechosas, brillantes que entre otros pequeños animales adornaban su cuello.
Después de que una de las meseras vestidas de negro del Demel colocó un capuchino recién hecho sobre la mesa, la condesa procedió a exponerme la lección. Primero vertió la schlagober en el café y luego roció algunas laminillas de chocolate.
-Cómetelo- me dijo, haciendo un delicado gesto con su cuchara y luego un movimiento como si quisiera apuñalarme. ¡Así no, parece como si estuvierras matando a alguien!
Había intentado hundir la crema batida para mezclarla con el café. Pero la manera correcta, según la condesa, era dejar que la crema batida se derritiera sola en el café mientras te la comías lentamente junto con las laminillas de chocolate. Sólo cuando la punta de la crema batida estuviera a dos y medio centímetros del café se permitís romperla, así como tomar la taza y llevártela a los labios. No obstante, bajo ninguna circunstancia podrías beber café o dejar que tus labios tocaran la crema batida antes de eso. En su lugar, podrías oler el elixir, sorber el café a través de la schlagober y rociar una especia de jarabe sabor café sobre el plato. Mientras sorbías te permitían emitir ligeros sonidos bucales.
-Mirra, cuando todo esté correcto y la schlagober haya desaparecido podrrás tomarte el café, ¿ves? Otra cosa de la primera parte, cuando te comas la schlagober del capuchino es como cuando erras niño, Stewart, todo dulce, ligero y frrívolo. La segunda parte es como la Edad Media- la condes hizo una pausa. Perro no tengo nada poético que decir sobre ello- y finalizó -: Como los viejos tiempos: tal vez negros y amargos, perro tal vez lo mejorr para quienes han cultivado el buen gusto.



Este es un párrafo de La taza del diablo : el café, la fuerza impulsora de la historia (México, Océano, 2008) de Stewart Lee Allen

Stewart parece ser un californiano sieteoficios y en este libro cuenta un viaje que comienza en Kenia y sigue por Etiopía, Yemen, Calcuta, Estambul, Viena, París, Brasil, Texas… Una vuelta al mundo buscando conocer la historia del café directamente de sus fuentes.

No se si el libro es riguroso en cuanto a los hechos históricos, ni si es veraz en cuanto a las experiencias de viaje, pero el tono es siempre amable y simpático, sin pretensiones. 
Es muy ameno y relata un montón de episodios a lo largo del recorrido que son graciosos, bizarros y hasta increíbles, y en los cuales anda por lugares extraños y en compañías no menos extrañas, todo digno de una película de Indiana Jones.
Cuenta de manera entretenida  datos curiosos e interesantes. Por ejemplo que hasta la llegada y divulgación del café en Europa en el siglo XVII, la bebida cotidiana para niños y adultos, en la casa y en el trabajo era la cerveza ya que el agua no era segura y las bebidas calientes no estaban difundidas. O el origen de las medialunas luego del sitio otomano a Viena. Y muchas otras anécdotas de la historia.

Para leer con facilidad y pasar un buen rato.

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